Un mal nombramiento | Siempre!

2022-10-10 17:52:31 By : Ms. min chen

Suetonio, al referir la vida del cruel y desquiciado emperador Calígula, comenta: “Sufría sobre todo de insomnio, pues por la noche no dormía más de tres horas, y éstas ni siquiera con un sueño tranquilo, sino turbado por extrañas apariciones … Por eso, harto de su vigilia, y de estar acostado, sea permaneciendo en la cama, sea vagando por los larguísimos corredores, habitualmente pasaba una gran parte de la noche esperando e invocando sin cesar el día” (Vidas de los doce Césares, tomo II, Calígula, 50; Gredos).

Ese mismo autor refiere que Calígula, en su locura, a su caballo predilecto de nombre Incitato (impetuoso), lo hizo vivir en una casa en la que había una “… cuadra de mármol y un pesebre de marfil, mantas de púrpura y collares de piedras preciosas, le dio incluso una casa con su servidumbre y su ajuar, para recibir con boato a las personas invitadas en su nombre; …” y agrega: “… se dice que hasta tenía pensado otorgarle el consulado”. (Ob. cit. 55).

Todo lo anterior lo traigo a colación por dos razones: la primera, ningún gobernante, en su sano juicio, sería capaz de convocar a su gabinete de seguridad a reuniones diarias a las seis de la mañana y, enseguida, sostener “mañaneras” de casi dos horas con la prensa. Quien lo hace parte del supuesto de que sus secretarios y subordinados no tienen vida propia y, mucho menos, nocturna; que se duermen a las nueve de la noche y que se levantan a las cuatro y media de la mañana para llegar a tiempo a las reuniones.

Recuerdo a alguien que hacía algo parecido: Luis Echeverría. Él, aparte de ser madrugador y abstemio, era dado a tener a los miembros de su gabinete junto a él durante muchas horas; con ellos, o con peticionarios, sostenía juntas que duraban más de ocho horas, sin pararse para ir al baño. Algunos comentaban que durante las prolongadas “sesiones de trabajo” dormía con los ojos abiertos y que, de buenas a primeras, despertaba hablando tonterías. Fue hiperactivo y destructor de instituciones. No era normal. Así nos fue.

La segunda razón por la que cito al Calígula de Suetonio, es con motivo de un mal nombramiento, el de la nueva secretaria de Educación Pública, la normalista Leticia Ramírez. Ese hecho dio motivo a muchos comentarios; la mayor parte de ellos adversos al nombramiento, a quien lo hizo y a quien lo aceptó.

Respecto de lo anterior, las críticas fueron en el sentido de que el nombramiento responde a los moditos de la 4T. Qué le vamos a hacer. También se enderezaron hacía a quien lo hizo: AMLO. Ella, aunque titulada, desde hace muchos años está alejada de la labor docente; es una nulidad en ese ámbito. También lo es en otros. No cuenta como política en el gabinete; no tiene el perfil o la altura para asumir su nueva responsabilidad. Es un cero a la izquierda.

Eso sí, nadie va a extrañar a la renunciante. Se va sin pena ni gloria. Como no hizo nada por la educación ni por los educandos no se afirmará que deja un hueco difícil de llenar. Se va como candidata de Morena a la gubernatura del Estado de México. Será una aventura, incierta, si se unen los partidos de oposición. Predecible, si no logran consenso respecto de un candidato.

El único mérito de la secretaria entrante es ser cercana a AMLO. Mal andan las cosas cuando la educación pública es confiada a quien no tiene idea de lo que implica educar y, mucho menos, asumir la responsabilidad de elevar la educación nacional en todos los niveles. En un Mundo competitivo, educar va más allá de adoctrinar. Excede la tarea de crear prejuicios que dividen a la sociedad. No censurar la designación, es aceptar la mediocridad como objetivo de la vida. Fue una irresponsabilidad haberla nombrado.

El nombramiento responde a la naturaleza de quien lo hizo y a la política que se ha seguido en el actual sexenio: pagar con posiciones políticas la fidelidad al líder máximo de Morena. Con ese nombramiento no hay esperanzas de un cambio en materias que lo requieren y con urgencia.

Las comparaciones son odiosas. Es cierto. En el caso, los que saben, han reconocido que las secretarias, saliente y entrante, nada tienen que ver con algunos de los que en el pasado fueron titulares de esa secretaría. Hay mucha distancia entre don Justo Sierra, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez, José Ángel Ceniceros y Fernando Solana y ellas. Nada que ver. La que se va y la que entra tienen un plus: “saben leer y hacer cuentas”.

Algunos se muestran sorprendidos por la clase de nombramientos que hace AMLO. Les pregunto, conociéndolo ¿qué esperaban? ¿se les olvida que padece de insomnio? Y ¿no recuerdan que en el actual sexenio todo se reduce a reconocer militancia, premiar fidelidad y pagar complicidades? Los nombramientos de las profesoras Delfina y Leticia responden a la altura intelectual de quien los hizo. Con aquello que debe prevalecer la honradez sobre la capacidad, debemos agradecerle que no haya nombrado a un militar. Los militares tendrán que esperar para la próxima vacante en el gabinete.

En educación no avanzar es retroceder. Por desvirtuar la función de la Secretaría de Educación Pública y por haberla convertido en un trampolín político, se descuidó la formación de muchas generaciones de mexicanos. Esa omisión ha derivado en la formación de educandos mediocres, que no están preparados para desempeñarse responsablemente.

Cuando la señora Nahle –la responsable de la construcción de la refinería que no refina, pero que ya fue inaugurada– renuncie a la secretaría de energía para contender por la gubernatura del estado de Veracruz, como AMLO, al parecer, duerme poco y es hiperactivo, corremos el riesgo de que nombre a su Jetta o, en el mejor de los casos, a su chofer. El Jetta, aunque ruidoso, es callado y dócil; su chofer es 99 por ciento honrado y, uno por ciento, competente.

Insisto: a pesar de la reforma a la Carta Magna del estado de Veracruz, la señora Nahle no puede ser candidata a la gubernatura de esa entidad. Se lo prohíbe el último párrafo de la fracción I del artículo 116 constitucional.

El tema del desvelado Calígula me fue sugerido por mi amigo el jurista y Maestro don Miguel Pérez López. Asiento lo anterior con el fin de dejar un testimonio escrito de la admiración que le tengo y de que vea que me apropio de ideas ajenas.